Aquel día notaba que me iba haciendo más y más pequeña. Volviendo del trabajo, hubo un momento en que casi no llegaba a la palanca de acelerador del coche. Seguía empequeñeciendo.
Al llegar a casa ya era pequeñiiita. Conseguí trepar al sofá y esconderme bajo la manta. Era la hora de comer, pero mi estómago también se había hecho pequeño.
Me estuve regando un ratillo, escondida bajo esa manta, mas bien atrapada. Todo era demasiado grande para mi, todo estaba demasiado lejos para mi.
Como siempre, él me recordó que no era pequeña, él me recordó mi verdadero tamaño, él me preparó la comida y volví a ser otra vez yo.
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